28 abril 2006

Este sigue siendo el salvaje Este iii

Camps dice que las críticas al urbanismo sólo son para justificar la derogación del trasvase

JOAQUÍN FERRANDIS - Madrid
EL PAÍS - 27-04-2006


El presidente de la Generalitat, Francisco Camps, aseguró ayer que las críticas al urbanismo valenciano son "la justificación para que no venga el trasvase del Ebro". Camps, en un desayuno con representantes de la economía española y altos cargos del PP nacional celebrado en Madrid, afirmó que . El jefe del Consell calificó de "patraña" todo lo que se está diciendo por ahí acerca del modelo urbanístico valenciano. Camps, en una jornada de trabajo en Madrid dedicada a promocionar la Comunidad Valenciana y exponer su ideario, acusó al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero de maltratar a los valencianos. El jefe del Consell se quejó de que se quiera poner "sombra de duda" en el modelo turístico valenciano. "Quien tenga alguna duda que pregunte. Ha habido una crítica organizada contra la Comunidad Valenciana y casualmente ligada a la paralización del trasvase del Ebro, que hay que justificar como sea", sentenció Camps. En su argumentación, el jefe del Consell llegó a manifestar que los eurodiputados que visitaron la Comunidad Valenciana para obtener información sobre las miles de quejas relacionadas con el urbanismo y presentadas en el Parlamento Europeo "venían con la sentencia firmada" [en referencia al dictamen que obligó a acelerar la derogación de la Ley Reguladora de la Actividad Urbanística y que cuestiona algunos aspectos de la Ley Urbanística Valenciana].
El jefe del Ejecutivo valenciano insistió en que la Comunidad Valenciana tiene más territorio protegido que muchas otras regiones y enumeró un rosario de porcentajes y números destinado a convencer al auditorio de la bondad de su política urbanística. Respecto a la posibilidad de que el caso de Marbella sea exportable a la Comunidad Valenciana, Camps fue rotundo al negar que pueda darse un caso semejante.
El dirigente popular reclamó el apoyo de los asistentes, entre los que destacaban importantes empresarios del sector inmobiliario, la construcción y el transporte, para presionar al Gobierno central con el objetivo de que realice las inversiones necesarias en la Comunidad Valenciana en materia de AVE, infraestructuras y agua. Camps denunció que tres de los cinco grandes corredores ferroviarios que son rentables económicamente (Madrid-Valencia, Madrid-Alicante y Murcia-Barcelona) son los que no tienen alta velocidad. "El maltrato es evidente", reiteró Camps, que insistió en que este se inició con la derogación del trasvase del Ebro.
En este contexto, el líder de los populares valencianos afirmó que "la guerra del agua acabará cuando se asuma que no tiene sentido que se nos niegue el agua que se vierte al mar".
En su intervención ante un auditorio nutrido de empresarios, Camps volvió a defender la gestión del PP en los gobiernos autonómicos de Madrid, Comunidad Valenciana y Baleares, bautizados por los populares como eje de la prosperidad, como ejemplo de las políticas a seguir.
Camps se reunió en la presidencia de la Comunidad de Madrid con Esperanza Aguirre con quien firmó un acuerdo de colaboración para el intercambio de "iniciativas culturales propias" y la coproducción de espectáculos teatrales. La primera obra que se sufragará conjuntamente será Cuento de invierno, una adaptación de la obra de Shakespeare, dirigida por la valenciana Magüi Mira.

Tras la firma de este convenio, que "representa una colaboración permanente en el terreno cultural" en palabras de Aguirre, el presidente de la Generalitat se reunió con embajadores y representantes diplomáticos de los 25 países de la Unión Europea para promocionar la imagen de la Comunidad Valenciana y explicarles los principales eventos previstos en los próximos años. En especial la Copa del América.

15 abril 2006

Por qué perdimos la guerra civil

El reconocimiento del pasado trágico
GABRIEL JACKSON
EL PAÍS - Opinión - 02-04-2006

Durante los 36 años de dictadura del general Franco, los perdedores de la Guerra Civil no podían hablar en público de sus sufrimientos personales ni de las pérdidas padecidas por sus familias. Después, durante la transición, la mayoría estuvo de acuerdo en que seguir manteniendo un silencio casi absoluto sobre el pasado era un precio que merecía la pena a cambio de lograr el primer sistema democrático estable en la historia de España. Sólo cuando dicho sistema llevaba unos 25 años prosperando empezaron muchas personas a confiar lo suficiente en la longevidad de la nueva democracia como para reivindicar el derecho a abrir las tumbas de sus seres queridos, hasta entonces secretas, y exigir la anulación de miles de sentencias de muerte de tribunales militares y el reconocimiento público de los crímenes de la dictadura. Otro factor que ha intervenido es que no son los afectados más inmediatos -las viudas e hijos de las víctimas republicanas-, sino sus nietos, quienes impulsan el movimiento para crear un recuerdo veraz y digno del periodo entre 1931 y 1975.

Me gustaría, como estudioso de la Europa del siglo XX y ciudadano reciente de la España democrática, ayudar a poner en perspectiva los trágicos acontecimientos de los años treinta. Primero plantearé la pregunta más compleja: si la República fue tan incompetente y caótica como toda la historiografía franquista -y la historia revisionista actual- asegura; y si, durante los primeros meses de la Guerra Civil, miles de sacerdotes, monjas, terratenientes y empresarios murieron asesinados en nombre de lo que se dijo que era una revolución anarquista; y si, durante la mayor parte de la guerra, los agentes estalinistas dirigían un sistema paralelo de prisiones en el que cientos de presuntos "trotskistas" y otros anti-estalinistas murieron asesinados, ¿cómo se explica que un gran porcentaje de las clases medias cultas y la gran mayoría de las clases trabajadoras, tanto industriales como agrarias, apoyaran a la República en tiempo de paz y en tiempo de guerra?

Para responder hay que empezar por decir que la República no fue, ni mucho menos, tan caótica como afirman sus detractores. Estableció una libertad política e intelectual absoluta y celebró elecciones con un recuento honrado de votos por primera vez en la historia de España. Separó la Iglesia del Estado, una medida necesaria en cualquier país que pretenda ofrecer libertad de ideas a sus ciudadanos, y logró poner en marcha la autonomía catalana como primer paso hacia el reconocimiento de la diversidad cultural de España. Reconoció los derechos de los trabajadores en nuevas leyes sociales y en negociaciones directas con la Unión General de Trabajadores y la Confederación Nacional del Trabajo. Abrió 7.000 escuelas públicas y estableció las bases del primer sistema de salud pública de la historia española. Dos de sus ministros de Economía, Jaume Carner e Indalecio Prieto, aunaron la responsabilidad fiscal con la preocupación por las necesidades sociales y las obras públicas, unas virtudes que (antes de la economía keynesiana) eran poco frecuentes en países más desarrollados que España. Por último, la República inició una reforma agraria que no cubrió del todo las necesidades de los campesinos sin tierra, pero sí instauró el principio de que la tierra cultivable debía estar a disposición de quienes producían alimentos y materias primas. No está mal, sobre todo si se tiene en cuenta que todo eso se hizo pese a la depresión económica mundial de los años treinta y frente a la oposición constante de las clases dirigentes tradicionales.

Sobre la cuestión del terror en los primeros meses de la Guerra Civil, los paseos contribuyeron enormemente a desacreditar a la República tanto dentro como fuera de España. Pero los Gobiernos de Madrid y Burgos tenían una actitud fundamentalmente distinta en cuanto al asesinato como instrumento político. En la zona republicana, los dirigentes políticos se apresuraron a escribir en la prensa y hablar en la radio para condenar sin restricciones los paseos. Los tres gobiernos de guerra, los de José Giral, Largo Caballero y Juan Negrín, trabajaron sin descanso para reinstaurar una policía civil y procedimientos judiciales y carcelarios normales, y, a mediados de 1937, habían acabado con los peores abusos, excepto los cometidos en las prisiones estalinistas paralelas. En los territorios controlados por el Gobierno de Burgos, la ejecución sumaria de masones, comunistas, dirigentes sindicales, maestros acusados de difundir propaganda izquierdista, campesinos y obreros sospechosos de oponerse a la dictadura que estaba "salvando a España del bolchevismo", era política corriente. Hubo militares decentes que intentaron contener a los escuadrones de la muerte, pero los generales Franco, Mola y Queipo de Llano, junto con sus partidarios en la Iglesia y en organizaciones laicas, no hablaron jamás de restringir las purgas sangrientas. Como los asesinados en zona republicana eran, muchas veces, ciudadanos prominentes que habían compartido negocios, colegios y vacaciones con las clases altas europeas, los paseos causaron gran impresión internacional, mientras que las muertes silenciadas de pobres desconocidos en las zonas gobernadas por los militares tuvieron poco impacto exterior.

Respecto a los abusos de poder estalinistas: la hostilidad de las potencias fascistas, unida a la actuación de los gobiernos apaciguadores de Inglaterra y Francia, obligó a la República a tener que elegir entre colaborar con la Unión Soviética como único aliado militar y diplomático importante, o darse por vencida. Con el envío de tres cuartas partes de las reservas de oro españolas a Rusia, la República pudo financiar mínimamente la compra de armas a los soviéticos, a los precios que éstos fijaban, y adquirir algunas otras a precios exorbitantes en el mercado negro europeo. La política soviética tuvo cosas buenas y cosas malas. El Gobierno soviético fue generoso a la hora de ofrecer alimentos, suministros médicos y hogares para niños refugiados, sin esperar ningún pago a cambio. En la venta de armas hizo lo que todos los proveedores monopolísticos: cobrar precios elevados. Al mismo tiempo, desde el verano de 1934 hasta la primavera de 1939, la Unión Soviética ofreció a Francia e Inglaterra una alianza militar defensiva que seguramente habría impedido a Hitler emprender una guerra si hubiera sabido que, como en 1914-1918, Alemania iba a tener que luchar en dos frentes e iba a acabar derrotada. En esos mismo años, Stalin llevaba a cabo una purga sanguinaria y demencial de "trotskistas" y otros opositores, que trasladó a España. En mi opinión, nadie ha explicado satisfactoriamente todavía cómo las consecuencias combinadas de la política de apaciguamiento occidental y los crímenes estalinistas condenaron a la República Española a la derrota y, por consiguiente, hicieron inevitable la II Guerra Mundial.

Pasemos ahora a otra pregunta más sencilla: ¿por qué ganó Franco la guerra? Para empezar, si bien el alzamiento del 18 de julio fue derrotado en las grandes ciudades y las áreas industriales más desarrolladas, los generales rebeldes tuvieron a su lado, desde el principio, a la mayoría de los oficiales de carrera y a todo el cuerpo de regulares de Marruecos, unos 70.000 soldados curtidos y crueles. Pero todavía más importante fue que, una semana después del levantamiento fracasado, la Italia fascista, la Alemania nazi y la dictadura portuguesa de derechas de Salazar proclamaron con entusiasmo su apoyo a Franco. A lo largo de los 30 meses de guerra, Italia proporcionó más de 75.000 soldados y cientos de aviones, además de emplear su armada para bloquear las costas republicanas y hundir cargueros que se dirigían a los puertos de la República. Alemania aportó alrededor de 19.000 soldados, varios cientos de aviones, la mejor artillería antiaérea y anticarros del mundo y equipos de comunicaciones. Portugal contribuyó con unos 10.000 soldados y ofreció sus carreteras y su red ferroviaria para transportar los suministros que llegaban por mar desde Alemania. Menos conocido que la ayuda militar directa de las potencias fascistas fue el apoyo económico y diplomático ofrecido indirectamente por los gobiernos conservadores y las clases capitalistas de Inglaterra, Suiza, Bélgica, Holanda y muchos países latinoamericanos. Desde el primer día, los bancos se dedicaron a inventar excusas para no aceptar tratos financieros con el gobierno republicano. En Estados Unidos, teóricamente neutral, y con un presidente y una opinión pública que expresaban simpatía por la República, las grandes compañías petroleras suministraron los distintos tipos de gasolina y aceite de motor que necesitaba la maquinaria de guerra de Franco, y General Motors vendió camiones al gobierno de Burgos. En la mayoría de los casos, el Gobierno de Franco no tuvo que pagar en efectivo todos esos suministros extranjeros. Italia concedió créditos a largo plazo y transformó gran cantidad de aceite de oliva español; asimismo ocupó la isla de Mallorca, sin anexionársela. Alemania creó un sistema de trueque: armamento a cambio, en parte, de exportaciones españolas de minerales y concesiones mineras en Marruecos. Como Alemania e Italia acabaron derrotadas en la Segunda Guerra Mundial, Franco nunca necesitó pagar la mayor parte de la ayuda recibida de los fascistas. Frente a esta abundancia de ayuda capitalista y fascista internacional a Franco, la República tuvo que depender de la Unión Soviética y los 40.000 voluntarios sin entrenamiento que, procedentes de unos 50 países, constituyeron las Brigadas Internacionales. Hasta el bochornoso Pacto de Múnich del 30 de septiembre de 1938, que disolvió la Checoslovaquia democrática en beneficio de Hitler, la República pudo defenderse, sin tener jamás perspectiva de ganar, pero sí una posibilidad de resistir hasta que llegara el enfrentamiento inevitable entre la Alemania de Hitler y una alianza de las democracias occidentales y la Unión Soviética. Sin embargo, ese enfrentamiento no se produjo hasta junio de 1941, y para entonces Franco era ya todopoderoso en España.